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Brasil en la cartografia prelusitana 

Gustavo Vargas Martínez

ENAH-México 

Presentación del tema 

En esta ponencia se estudia la representación cartográfica que ha tenido Brasil en mapas precolombinos, como podría ser en los  árabes -- al-Juarismi (833), ibn-Hawqal (c. 960), al- Idrisi (1154), al-Qazwini (1258), al-Andaluzi (c.1260)-- como en mapas euroccidentales, a saber, los de Zuane Pizzigano (1425), Andrea Bianco (1436 y 1448), Grazioso Benincasa, Bartolomeo Pareto (1455), Henrico Martellus Germanus (1489), Martín Behaim (1492), por mencionar unos ejemplos,  y se hacen observaciones sobre la idea de la  insularidad del territorio hoy brasileño siguiendo la línea Orinoco-Eupana -Río de la Plata, como se representó en mapas poscolombinos  -Hulsius (1602)-. Aunque tratado este tema  por especialistas desde hace tiempo, aún no ha llegado a divulgarse en otros medios,  razón por la cual se desconoce uno de los aspectos fundamentales de la formación de la conciencia espacial brasileña. 

BRASIL EN TRES ISLAS 

I.  Brasil, “isla marítima”  

Una madera de propiedades tintóreas, buscada afanosamente por los árabes  desde hacía diez siglos en territorios ecuatoriales desde Sumatra hasta las Antillas, terminó su periplo oceánico dando nombre a una de las regiones más ricas del Nuevo Mundo. 

Objeto de comercio entre los antiguos habitantes del desierto sahariano, se sabe que en el año 851 ya se facturaba y de esta manera llegó al sur ibérico. En latín bárbaro se conoció la kerba bersil, y en 1160 en la novela Perceval le Gallois, del ciclo de aventuras del Rey Arturo, se hablaba de “medias largas teñidas en bresil”. 

En la descripción del palo-brasil que hizo  en 1578 Jean de Lery, História de uma viagem feita à terra do Brasil, se puede leer: Ao falar das  arvores deste país devo començar pela mais conhecida entre nós, esse pau-brasil de que a terra, por influência nossa, tomou o nome e é‚ tao apreciado graças à tinta que dele se extrai. Os selvagens o chamam arabutan... Por causa da sua dureza, e conseqüente dificultade em derrubá-la e carregá-la num país de animais de tiro, o serviço se faz por meio de muitos homens; e se os estrangeiros não fossem ajudados pelos índios não poderiam em um ano carregar um navio médio.( Inácio, 1993, p. 39). Justamente es el tema que reproduce el mapa de Brasil elaborado  por Lopo Homem-Pedro Reinéis en 1519, mejor conocido como Atlas Miller, y que se conserva en la Biblioteca Nacional de París: caciques tupíes animan a un grupo de indígenas a llevar hacia la costa atados de palos en medio de un copioso bosque habitado por monos y papagayos. Capítulo poco estudiado porque  se requiere el concurso de distintos especialistas, como serían cartólogos arabistas y epigrafistas medievales, es la posible representación de Brasil en antiguos mapas  árabes. Algunos se han aventurado a encontrar vestigios de navegaciones reales o fantásticas que tocaron litorales brasileños, puesto que en la cartografía  árabe, sobretodo en Al-Juarizmi (833) y Al-Qaswini (1258) se podrían ver semejantes referencias.  Paul Gallez (1990, p. 120), Gunnar Thompson (1996, p. 296), y Dick E. Ibarra Grasso (1997, p.39) son de este parecer. Veamos los detalles. 

Gallez, siguiendo la reconstrucción que hizo Hubert Daunicht del Kitab Surat al- Ard, “El libro de la imagen de la tierra”, la principal obra del geógrafo y matemático persa del siglo IX Abu Jafar Mohamed ben Musa al-Juarizmi, al servicio de al-Mamún, califa de Bagdad, ha hecho una meticulosa comparación entre once topónimos que Claudio Ptolomeo, Al-Juarizni, Henricus Martellus y Martín Behaim utilizaron para describir la Cola del Dragón o península de Catigara. La conclusión del profesor Gallez no puede ser más explícita: “La mayor parte de los topónimos de al-Juarizmi corresponden con los de Ptolomeo, de Hammer (Martellus) y de Behaim. La forma general de la costa es la misma entre Trapobana y Catigara. La costa atlántica de la Cola del Dragón, inexistente en Ptolomeo, está  dibujada sin ningún detalle en al-Juarizmi, pero es clara y precisa en Hammer y su seguidor Behaim(...) Hemos probado, por la identificación de ríos, cabos y montañas, que, en Hammer, esta península es América del Sur. Por lo tanto, también es América del Sur en el mapa de al-Juarizmi (...) Al-Juarizmi es el autor del mapa más antiguo que representa América del Sur con sus dos orillas, la del Pacífico y la del Atlántico”. Debe agregarse que entre Trapobana y Catigara está el Sinus Magnus u Océano Pacífico y que la costa atlántica de la Cola del Dragón, aunque sin detalles -tampoco  los tenía el Cantino de 1502- es precisamente Brasil. 

Otro mapa  árabe del mayor interés es de al-Qazwini, fechado en 1258 y existente en el Museo Británico. A diferencia del anterior, en que Brasil aparece en superficie  continental, en éste de al-Qazwini Brasil aparece de manera periférica e insular. Como en los mapas chinos llamados “de rostro”, América está  en doble representación al oriente y occidente, dentro del gran anillo periférico. Al este, del estrecho de Bering al de Magallanes, y al oeste, América aparece al lado  del continente africano, como se puede ver en la reproducción y esquema adjuntos. Se cree que este mapa de al-Qazwini, a diferencia del anterior que es un planisferio de 180º de origen ptoleméico, corresponde a versiones muy adicionadas de algún mapa de Marino de Tiro vuelto esférico para ensanchar la ecumene a 225 estadios. 

Pero en lo que nos atañe, Brasil aparece en mapas medievales como isla marítima y un tanto errática, porque a veces está cerca de las Azores y en otras también próxima a Irlanda. 

Cuando se exploraron las costas sudamericanas, el topónimo Brasil ingresó a la cartografía como virtual isla fluvial, y en el proceso lusitano de construcción colonial Brasil tuvo un desarrollo insular más por el aislamiento en la inmensidad amazónica que por las diferencias de la dominación cultural.  

En la nomenclatura medieval aparece el registro de “ilha do brasil”, por vez primera en 1325 en la carta de marear de Angelino Dalorto (Angelin Dell'Orto). En el Atlas Medici de 1351 la isla aparece duplicada. En el famoso Atlas Catalan de Abraham Cresques de 1375 aparece la isla y se repite continuamente  en portulanos e islarios durante casi 200 años. 

Armando Cortesão (1975, p.149) en los Esparsos III, donde estudió la Carta Náutica de 1424, señaló que en el mapa de Andrea Bianco de 1448, existente en la Biblioteca Ambrosiana de Mil n,  algunos han querido ver en la “isla auténtica” la primera representación cartográfica de Brasil y por ende de la América del Sur. Es la ixola otinticha xe longa a ponente 1500 mia, “auténtica isla que se encuentra a 1500 millas al occidente”. Creemos que Bianco la bautizó auténtica para evadir desconfianza sobre su existencia y señaló la distancia para hacerla accesible. (Cortesao, 1975, p. 184-188)

Paul Gallez, en su escrito inédito, Brasil en la cartografía anterior a Cabral (s/f. p. 16), comentando la lista de 19 mapas y textos entre 1325 y 1430 en donde aparece la isla Brasil, compilada por Cortesao, dice que “es muy probable que esta 'isla Brasil' tenga su origen en la tierra del Atlántico occidental desde donde  se traía el palo-brasil, es decir el Brasil actual”. Sin duda, la isla medieval de Brasil, para algunos real y fantástica para otros, cedió su nombre al continente por analogía indubitable con el palo tintóreo. 

Otra referencia notable aparece en el polémico Mapa de Vinland publicado por R. Skelton (1965, p. 139) y datado en 1440: allí la asociación con la isla de San Brandán como una de las  Antillas  es precisa: Magnae Insulae Beati Brandani Braziliae dictae. 

Es sabido, por otra parte, que en la carta de Toscanelli  (c. 1457),  que se dice que conoció Cristóbal Colón antes de su primer viaje, igualmente aparece la isla de Brasil. No es de extrañar, entonces, que en el mapa de las islas británicas de Martín Waldseemüller (1513, publicada en Estrasburgo en 1522) aparezca como isla, y en el conocido como Admiral's Map del mismo Waldseemüller, al lado del equívoco nombre de Tebra Papagalli, -no terra, como se debía escribir, sino uniendo las primeras sílabas de  terra y brasil en una palabra-, se anote que antropophagi hic sunt, ya en territorio continental. En la Carta Marina de 1516 Waldseemüller reitera la denominacíon. 

Fue usual, entonces, entre los grandes cartógrafos del siglo XVI la inclusión de la “isla marítima” de Brasil, como cualquiera lo puede observar en el globo terráqueo de Martín Behaim (1492), “insula de prazil”; en la Tabula Terre Nove de Waldseemüller (1513), «brasilii»; en el Typus Orbis Universalis de Sebastián Münster (1540), America seu insula Brasilii, donde se fusionan isla y continente, y en muchos otros mapas coetáneos más. 

¿Porqué los europeos veían “islas” cuando conocían penínsulas y continentes? Es posible que las raíces del ecumenismo centroeuropeo  hayan contribuido a la idea de que aquello que no estuviera en Eurasia debía ser isla. Así sucedió con  América en el planisferio de Waldseemüller, y se repitió por años con las “islas” de California, Yucatán y Brasil. La potestad de los pontífices romanos como supremos  árbitros del mundo conocido y habitado contribuyó, desde el siglo IX, a mostrar que las “islas” eran lugares de evangelización universal, es decir, católica. 

Para entonces, en la cartografía portuguesa la palabra brasil había sido definitivamente  aceptada para identificar parte del continente sudamericano, a partir de las cartas del Maestro João y de Pero Vaz de Caminha, escritas en 1501, después que varios nombres, aunque de uso efímero, describían el exotismo del paisaje  con el legendario nombre de “tierra de guacamayos” o “Brasilia sive Terra Papagalli”. 

II. De la “isla marítima” al continente 

Tal vez sea el mapa llamado de Alberto Cantino de 1502  el que más haya influido en la popularización del nombre Brasil, bien por la belleza de la región boscosa que sirve de escenario como por la presencia de tres guacamayas multicolores. Decía Miguel Faria (1995, p.71) que, por analogía en las imágenes,  a comienzos del siglo XVI la atención de los exploradores del Nuevo Mundo se centraba en la contemplación de dos contrastes, la naturaleza y el hombre. “Los primeros registros gráficos del Nuevo Mundo obedecían a un criterio fabularizante emanado de un imaginario que, alimentado por las primeras narraciones, satisfacía doblemente y de manera simultánea la cultura renacentista deseosa de  novedades y la industria naciente del libro, donde la literatura de viajes ocuparía, progresivamente, un papel de relevo.”  Y sentencia: “La utopía, (utopografía) irá  a perdurar sobre la topografía”. 

Es el caso de este mapa que el Duque de Ferrara adquirió fraudulentamente en Portugal y envió al embajador Alberto Cantino, y que hoy se conserva en la Biblioteca Estense de Módena, Italia. Muchos autores creen que, en realidad, Cantino espiaba para el Duque. La historia de este mapa no deja de ser un tanto truculenta, porque fue redescubierto en 1859 por el director de la Biblioteca Giuseppe Boni envolviendo unas salchichas.  Los litorales sudamericanos, del Cabo de la Vela al Cabo San Roque, dibujan las tierras bojeadas por Amerigo Vespucci. No aparece el ecuador, pero sí, muy marcado, el Trópico de Cáncer y la famosa línea de demarcación de Tordesillas, en momentos en que las dos potencias ibéricas disputaban la hegemonía del inmenso territorio sudamericano: este he omarco dantre castella et portuguall. Considerado como uno de los mapas que se elaboraron con información de muchos viajes clandestinos portugueses, es la más antigua carta poscolombina de Brasil, aunque carezca de toponimia. Desde esta época  los papagayos se usaron a manera de identificación de Brasil. De reminiscencias arcáicas, en  el mapa in extenso, Jerusalém ocupa el centro del mapa, esto es, del mundo. Y se pinta de rojo el mar homónimo, a la usanza medieval. 

Otro caso excepcional es el llamado Kunstmann II (Vargas, 1992,p.6): Sin lugar a dudas es el más completo mapa coetáneo de los viajes descubridores de Vespucci y Coelho. Muchos eruditos, como Peschel, Ruge, Kretschmer, Nordenskiöld, Uzielli. Köhl, Orville-Derby, Winter, Almagiá, Magnaghi, Sanz y Levillier lo datan en 1502, pero Stevenson lo fecha en 1503 y Duarte Leite y Harrisse en 1506. Más recientemente, el maestro uruguayo muerto hace poco, Roberto de Laguarda Trías lo fechó en 1504. Tampoco se han puesto de acuerdo los estudiosos sobre si el mapa es portugués o italiano. Lo cierto es que las dos cartelas laterales del Kunstmann II hacen mención a la expedición colombina y al conocimiento de la Terra Sancte Crucis  derivado de la expedición Hojeda-Vespucci.  

Levillier considera que este mapa es un diseño personal de Vespucci y si no de su mano, sí con su información. El “hombre asado” que aparece en territorio brasileño -y que dio origen al nombre de caníbales que aparece en este y otros mapas contemporáneos- corresponde a la narración  que hizo el florentino de su tercer viaje por las costas sudamericanas; y la abundante nomenclatura del litoral, -precisamente 37 topónimos- coincide casi punto por punto con los nombres de santos impuestos a los ríos y bahías por la expedición vespuciana de 1501-1502, como lo ha comprobado Laguarda Trías; en fin, en tercer lugar, este es el primer mapa que señala el Río Jordán - para Levillier nombre antiguo del Río de la Plata-, el río Cananor, ahora Camarones, y el Pinaculo Detentio, identificado como el cerro de Montevideo: monte Vesputius Invenit DI, monteViDi, “monte que Vespucci descubrió en 1501”. Todo esto prueba, como también creemos nosotros que el Kunstmann II debe atribuírsele a Vespucci, descubridor del litoral brasileño. 

III. Brasil, “isla fluvial”. 

La idea de un territorio brasileño rodeado de agua se trasladó, después de Cabral, del mar al continente valiéndose de la riqueza fluvial americana nunca imaginada por los europeos. Colón supuso que en espacios brasileños estaba el Paraíso Terrenal, de donde fluían los cuatro grandes ríos de la antigüedad: Pisón, Tigris, Éufrates, Ghicon. 

El mapa que representa más claramente esta isla fluvial es, a nuestro parecer, el de Levinus Hulsius, fechado  el año 1599 con el largo título de Nova et Exacta Delineatio America Partis Australis qve est Brasilia, Caribana, Gviana regnum novum, Castilia del Oro, Nicaragua, Insulae Antillas et Peru. Aquí se observa claramente la insularidad de “brasilia”, separada del continente por las cuencas y los ríos Amazonas y Paran, los lagos de Parima y Eupana, el primero sobre la línea ecuatorial y el otro en latitud 19 sur. 

En mi libro América en un mapa de 1489 demostré‚ que América del Sur ya estaba representado en el mapa precolombino de Henricus Martellus Germanus, según se desprende del estudio de sus litorales, orografía, hidrografía, redes de distorción, analogía y  toponimia. Allí afirmo‚ que el fantástico lago de Parima, pintado tanto en mapas precolombinos como poscolombinos, constituía un argumento más para demostrar que América del Sur era bien conocida en la cartografía postoleméica  como Cola del Dragón (Coylum) o península de Catigara. 

A Humboldt le cautivó la existencia de este lago en los mapas antiguos por su dimensión y presencia cartográfica. Describió once mapas en donde casi siempre se ubicaba, en sus riberas, la opulenta ciudad de Manoa o El Dorado. Nosotros hemos investigado con mayor detalle y hemos contado hasta veintidós representaciones del lago de Parima. De todos éstos, el de Hulsius nos parece el más importante porque se enlaza con los dos lagos que Martellus incluyó en su mapa de 1489, ciento diez años atrás. Cuando Humboldt negó la existencia de ese lago después de un recorrido físico por la Orinoquia, un tal Van Heuvel lo tachó en 1844 de ligero y precipitado. Pero en el mismo año en que Hulsius hacía su mapa, Jodocus Hondius, de Amsterdam, dibujaba en su carta de Guiana sive Amazonum Regio un enorme lago de Parima de más de 130 millas francesas de longitud y 50 de anchura, algo así como la mitad del Mediterráneo pero esta vez en el centro de América del Sur. La persistencia de este inexistente lago de Parima durante unos 350 años se debe a remanentes de la ciencia cartográfica renacentista en la cartografía amazónica del siglo XIX. 

Vale la pena agregar que el mapa de Jodocus Hondius incluye una extraordinaria cartela en latín sobre la manera de preparar chicha por los indios de Brasil, rara observación etnográfica que dice: Modus conficiendi et bibendi potum apud Americanos in Brasilia, ubi virgines postquam radices quasdam manducarunt, rursus expuunt deinde ollis coquunt et viris bibendum praebent. Atquae haec potatio praecipus sunt apud cos diliciae. En breve, entre los americanos de Brasil, después de que vírgenes han masticado las raíces de mandioca, las escupen, las cuecen y las dan a beber a los hombres, que encuentran la bebida deliciosa”. Para completar el exotismo de la colorida escena, ocho mujeres preparan la chicha y cinco hombres liban a placer, mientras un tucán y un papagayo “vigilan” la ceremonia. 

No solo en Hulsius encontramos la isla fluvial de Brasil. Por citar solo ejemplos destacados, también en Ramusio (1556) en forma peninsular, John Speed (1627), Giulelmus Blaeuw (1641) y Jean Jansonius (1658) se constata esa exuberante deformación. 

Otro mapa memorable es el de N. Visscher, de mediados del siglo XVII que incluye el lago de Parime y la isla de Brasil. 

Todavía en 1695, en el atlas que publicó en Londres AO Esquemelin con el nombre de The History of Bucaniers of America, aparece Brasil como una inmensa isla claramente separada del continente, tardío mapa del capitán Sharp hecho en 1680 y republicado por Boneau en 1741. Es imposible encontrar mejor ejemplo de la insularidad brasileña.  
 

IV. Brasil, “isla” astronómica 

La demarcación de Tordesillas de 1493 no sólo dividió al mundo en dos -tal vez la primera distribución globalizadora  pactada entre dos potencias hegemónicas- sino que dio a España y Portugal fronteras extranacionales de muy difícil protección. España, con tantos o más intereses por preservar en el Mediterráneo y en el centro europeo, y Portugal, obligada a conservar la potencia marítima en que se había convertido desde los albores del siglo XV, se vieron así frente a tareas disímiles y en ocasiones contradictorias. 

Afirma Francisco de Solano que Brasil nació en Tordesillas, pero no dijo que como isla. Artificiosamente creada por líneas astronómicas  por razones políticas, el famoso reparto del mundo llevado a cabo por Alejandro VI sirvió más para originar conflictos que consensos.

Sudamérica, desde tiempos precolombinos, ya estaba dividida entre dos niveles distintos de civilización, porque en la región andina se había desarrollado un imperio avanzado mientras en la cuenca amazónica sobrevivían sociedades embrionarias. Los castellanos encontraron la riqueza codiciada desde las fábulas del Rey Salomón: los lusitanos, pantanos infestados de mosquitos y población escasa. España pudo crear, entre los riscos abruptos de la cordillera infinita, un virreinato con cierto grado de opulencia que heredaba formas políticas altamente socializadas. Portugal, con una larga costa improductiva, tardó en organizar entre tupíes escurridizos Capitanías estrechamente dependientes de la metrópoli. Allá ciudades tierra adentro; aquí enclaves en el litoral. Allá desde el siglo XVI, metalurgia extractiva; aquí, hasta que el azúcar sirvió de tardío fundamento económico en  siglo XVII, solo palo-brasil y papagayos. 

La línea de Tordesillas fue, entonces, la frontera que limitó por el occidente selvático las tierras brasileñas, mientras al norte, al sur y al oriente solo estaba el mar: una isla. 
 

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